Valle-Inclán en el Congreso

Para comenzar, no puedo sino dejar clara mi postura frente a la portada del diario El Mundo hoy 25 de mayo: ¡Sublime! Cómo decir tanto en tan poco. Hay que ser muy lerdo para pretender que entre un hombre nacido en Córdoba y otro nacido en Sevilla haya que usar traductor. Pero yo voy un poco más allá. Si se supone que los políticos son aquellos que nos representan, es decir, los representantes de España, deberían optar por dejarse de gilipolleces y ser lo que deben... la élite.

Si un político, sea del color político que sea, quiere sentarse en el Congreso de los Diputados o, incluso, en el Senado, además de tener el voto de los ciudadanos debe tener un poquito más. Ni se me ocurriría exigir titulación universitaria... ¡qué desfachatez! Qué menos que pedir a nuestros representantes que conozcan aquellas lenguas oficiales y cooficiales del estado. Vaya usted al parlamento belga, a ver si alguno de sus políticos no manejan el flamenco, el francés y el inglés con una facilidad pasmosa.

Es triste que haya ministros y presidentes de comunidades que, por su formación o experiencia profesional, no sepan hacer la o con un canuto. Es demasiado cutre. Lo veo así. En un país en el que para ser ministro basta con unas prácticas en Unicaja, o para ser ministro de Fomento sobra con haber echado los papeles para estudiar algo... Algo falla.

Cada vez estoy más descreido de esto a lo que llamamos política, un pozo sin fondo, un vertedero de chupópteros que vienen a reírse en Tele5 o Intereconomía, en LaSexta o en Antena3 de todos los que creemos que algún día harán algo por nosotros. ¡Ay, qué lejos quedan Cánovas, Azaña...! La política de altura es una quimera de siglos pasados.

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