Once principios de la propaganda

Un hijoputa nazi se sacó de la manga once postulados a los que hacer caso para la comunicación de masas. Si los leemos detenidamente el cabrón asesino de Goebbels puso las bases de la propaganda electoral que nos rige hoy. El bipartidismo al que estamos sometidos en España, como una suerte de dictadura consentida, utiliza exactamente la misma estrategia. Da igual escuchar a Pepe Blanco o Rubalcaba que a González Pons o Cospedal. Parecen adiestrados en la misma perrera, esa que les lleva a partirse el pecho por unas ideas que, al fin y al cabo, son las mismas. 

Para no mentiros, como no me sé los 11 principios perfectamente explicados, he decidido tomarlos prestados de otro blog, cuyo enlace es este: http://videlanghelo.wordpress.com/2008/03/03/los-11-principios-de-la-propaganda-de-goebbels/

  1. Principio de simplificación y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único Símbolo; Individualizar al adversario en un único enemigo.
  2. Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo; Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
  3. Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.
  4. Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
  5. Principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.
  6. Principio de orquestación. “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.
  7. Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
  8. Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.
  9. Principio de la silenciación. Acallar sobre las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
  10. Principio de la transfusión. Por regla general la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
  11. Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad.
 Vaya... ¿No os suena?

La Málaga de los proyectos vacíos

De un día para otro el movimiento de los ciudadanos ha hecho que los medios de comunicación de la capital pongan su vista en pleno centro. En el Ensanche de Heredia, tras la acera sur de la Alameda Principal. Eso lleva ahí unos cuantos años, con su decadente aura de bares de prostitución, párquines y oficinas que hacen que los alrededores de los antiguos juzgados sean un sitio poco recomendable para pasear cuando las luces de los despachos se apagan por la noche.

Quizá peatonalizar no sea la solución mágica para todo, pero sí es cierto que esta zona de la capital requiere, al menos, una ordenación para que parezca un sitio habitable y no un parquin al aire libre. Cerrar algunas calles al tráfico y eliminar el aparcamiento ayudará a que las calles de este pequeño barrio sin identidad tengan, al menos, un mínimo de intimidad. Sin embargo, no cabe duda que eliminar esta buena porción de aparcamientos soliviantará a los conductores habituales de estas calles.

El alcalde, Francisco de la Torre, en su discurso de más de 75 minutos en el debate sobre el estado de la ciudad, dejó caer que en los presupuestos de 2011 habrá una partida de un millón de euros dedicada a la rehabilitación del Ensanche de Heredia. Habrá que ver, eso sí, en qué términos se realiza, si se hace según el proyecto de la plataforma ciudadana o se hace al gusto del Ayuntamiento. No sé si miedo, pero al menos hay que tener cautela.

Entre todas las sensacionales opciones que aporta la plataforma ciudadana formada por vecinos de la zona, una es la de cubrir con 'lonas creativas' los edificios en ruinas para evitar la mala imagen. ¡Vaya por Dios! Un proyecto que pretende hacer de Málaga una ciudad mejor y cae en la misma basura de siempre: tapar las vergüenzas con soluciones de segunda.

¿Para qué queremos un SoHo -como han dado en llamar al proyecto- si no somos capaces de creer en un proyecto de futuro de la ciudad? Si el Ayuntamiento o la plataforma quieren hacer un barrio lleno de vida y cultura hay que empezar por el corazón. ¿De qué sirve tener las calles limpitas y relucientes si detrás de cada portal hay escombros y vacío? De nada. Una vez más Málaga se defrauda a sí misma con proyectos sin fondo. Pasearemos, pues, entre lonas, pero no entre edificios rehabilitados con vida y que mantengan el sabor moderno de la arquitectura de la zona. Da igual, Málaga se deja tapar las vergüenzas con una simple lona.

Al final tendrá razón Antonio Soler, con eso de que "hay una maldición divina que nos impide alcanzar el tren de la modernidad". Soler lo llama "maldición divina", yo lo llamo falta de carácter, falta de actitud, falta de personalidad como ciudad. Málaga no tiene espíritu: es una lona con ciudadanos que tendemos a movernos sin pensar en el pasado ni en el futuro... y a veces ni siquiera en el presente.