Un fin de Feria sin traca

La ciudad todavía huele al menjunje pegajoso que empapa en el suelo: vino dulce, cerveza, tinto de verano, cubalitros, mezclado de trozos de catavinos de plástico, abanicos de cartón y folletos promocionales de papel. Los que hasta ayer buscaban un momento para quitarse la camiseta en plena calle Larios, mañana quizá tengan que volver a ponerse el traje. Sí, el domingo es el día de los estertores de la Feria, un día tonto en el que pocos saben qué hacer y muchos lo usan para pegar los últimos coletazos de unas fiestas eternas.

El último día de Feria es un día de reflexión, no sólo por las locuras que el exceso de Cartojal haya podido provocar; lo es porque para muchos jóvenes empiezan ahora unas semanas algo duras. Jaime es estudiante de Medicina y recorría ayer el Centro Histórico con una convicción clara: «He venido a cerrar la Feria a lo grande, voy a comer por Pozos Dulces, después me voy a los toros, a las dos corridas y en cuanto termine la nocturna me voy al Real hasta que me echen de las casetas, y para rematar, a desayunar al Flor, en La Malagueta». De esta forma, muchos estudiantes esperan retrasar el mal trago de desempolvar los apuntes que se amontonan debajo de la ropa sucia de una Feria que no quieren que nunca acabe.

Si los estudiantes tienen pocas ganas de que esto termine, ni que decir tiene que los vendedores ambulantes prorrogarían la Feria otros 10 días más. María Ortiz lleva en calle Larios desde el sábado por la mañana y, obviamente, ha notado un descenso en las ventas, «pero poco», afirma la tendera. Según Ortiz, «cuando uno va con una copa de más hay veces que no escatima en gastos», y menos si es para mimetizarse en el ambiente que rodea a la Plaza de la Constitución, y la mejor manera de no llamar la atención es llevar un delantal o un sombrero, cuanto más esperpéntico y grande, mejor.

No todos los currantes de la Feria son tan optimistas. Paco López vende catavinos por calle Granada y este año ha sido el peor de los ocho que lleva. Tiene varios modelos y el que más ha vendido este año ha sido el que lleva grabado sobre el cuero marrón el escudo del Málaga Club de Fútbol. «Este año, con la temporada tan buena que hemos hecho, la gente está loca con el equipo, nada más que hay que ver la de gente que lleva la camiseta». Los catavinos que sobren los guardará hasta el año que viene, «con un agüita al cristal, el año que viene están como nuevos».

Nadie se salva del trajín de la Feria; hay algunos, como Julián Navarro, que han estado toda la semana apostados en la barra de una caseta comiendo tortilla, gambas rebozadas y pinchitos, pero no con toda la tranquilidad deseada. Es el caso de aquellos que no descansan ni en vacaciones porque su trabajo no se lo permite, es el caso de los ejecutivos de cuentas publicitarias. «En Feria muchos clientes vienen a disfrutar con nosotros, y nosotros estamos encantados de estar con ellos, es otra forma de tomarnos nuestro trabajo», afirma Navarro. «En esta semana sólo me he tomado un vaso de Cartojal. Un día un compañero se empeñó en que me bebiera un pelotazo y, como el camarero me conoce, le dije que me pusiera agua con gas, al menos se creyeron que me estaba tomando un gintónic».

Se acabó lo que se daba. Este año el concejal delegado de Cultura, Miguel Briones, ha decidido que, para ahorrar por la crisis, no haya fuegos artificiales de fin de Feria. Seguramente más de uno andará alelado unos días, viviendo de los restos que dejan 10 días de fiesta continua y sin despertarse del largo sueño de la resaca. Este año no habrá cohetes ni traca que anuncien el fin de fiestas, así que ya hay excusa para seguir de juerga hasta agosto del año que viene.

0 Response to "Un fin de Feria sin traca"

Publicar un comentario