Reportajes de Feria (IV)

CUANDO LA PENITENCIA SE CAMBIA POR LA FIESTA
Los hermanos aprovechan la Feria para vestirse de flamenco y pasar del recogimiento habitual a la diversión

21 de agosto
F.J. CRISTÓFOL / Málaga
Cuando los cofrades se lo proponen son capaces de ser los que más se divierten de la ciudad. Cuando se lo proponen, también son capaces de ser los más serios. En Feria toca lo que toca, cambiar las túnicas y los capirotes por los trajes de gitana y de corto; la penitencia por el cachondeo, pero también por el trabajo.

La más antigua de las casetas cofrades es la de la Archicofradía de la Sangre, más de 20 años en Gaona la han convertido, con todos los honores, en el comedor de la Feria del Centro. Una cocina que nunca para y que siempre es una apuesta segura para ir con un buen grupo a pasar las primeras horas del día.

Allí no se puede fallar a la cita con el Consuelito, un cóctel cofrade color malva, como los colores de la Virgen de Consolación y Lágrimas. Hay tres variedades, una sin alcohol, con licor de mora y refresco de lima, y dos con alcohol, con licor de mora y ron blanco, o con ginebra: «Tiene que ser alcoohol blanco, porque si no pierde el color», afirma Rocío Regueira, una de las cofrades que trabajan detrás de la barra durante la Feria.

Visitar Gaona en Feria es una de las más antiguas tradiciones de los buenos feriantes. La caseta es casi tan antigua como la Feria del Centro, y el ambiente es inmejorable. El pozo que preside el patio es el epicentro de la gran pista de baile –por sevillanas, por supuesto– en la que se convierte el Gaona a partir de las cinco de la tarde, cuando todo el mundo ha comido y las jarras de rebujito y los pelotazos empiezan a tomar protagonismo.

En calle Convalecientes se encuentra, desde hace tres años la caseta El Farol. La casa de hermandad de la Pasión se convierte, cambia los tronos –que se encuentran con los de la Pollinica en calle Parras– por las barras, y los únicos faroles que hay son para comérselos, los hay de pringá, de atún... son montaditos, pero con nombre cofrade.

Pero no son los únicos farolitos, algunos hermanos han montado una charanga para amenizar la caseta de vez en cuando con pasodobles y pasacalles. Pero también aprovechan para darse una vuelta por la calle Larios y conseguir un dinero extra.

El encargado de la caseta, Álvaro González, recuerda que los beneficios van dirigidos a la obra social de la hermandad: «Llevamos varios años con un proyecto en Caicara del Orinoco (Venezuela), ya hemos conseguido comenzar la segunda fase de la escuela de mayores», afirma González.

Las cofradíasFusionadas tienen en la casa del Niño Jesús, en Pozos Dulces, un lugar de encuentro donde los grupos de trabajo se dividen los días para llevar adelante la caseta. También lo hacen con un fin social, y buena parte de los beneficios van destinados a la propia casa del Niño Jesús.

Es una de las casetas cofrades con más marcha y las mesas del patio no duran mucho puestas. En cuanto acaba la hora de la comida se convierte en una improvisada discoteca en la que se mezclan ritmos de veranos pasados con rumbas.

También es cierto que los cofrades tienen buen ojo para innovar. Desde la acera de la Marina el aroma de los espetos llega hasta el Parque. Comer buen pescaíto es posible gracias a la cofradía de El Rico, que junto con el restaurante Los Mellizos ha montado una caseta en la puerta del edificio antiguo de la Diputación.

La ochava, como se llama la caseta por la forma peculiar del palio de la Virgen del Amor, tiene un lema que va que ni pintado con el espíritu de la hermandad:«Vive la libertad». Y como no podía ser de otra manera, sobre la barca que sirve para asar las sardina cuelga un cartel que reza: «El Rico con las tradiciones malagueñas».

Ya se sabe, los cofrades los son durante todo el año, pero eso no quita para que durante los días de Feria cambien el hábito y la penitencia por las camisetas de trabajo y la diversión a ritmo de canción del verano. Aunque tampoco faltan las marchas procesionales en los cierres de las casetas la Malagueña Virgen de la Paloma o Cristo del Amor, que sirven para recoger a buen ritmo y dar por terminado otro intenso día de trabajo en hermandad.

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