El rayo

"¡Acoge mi alma, Jesucristo, que me estoy muriendo!" dijo Frabrizzio de coña mientras Michael se encontraba con que su corazón latía más rápido de lo habitual. El cuerpo le pesaba, se sentía en otro mundo. "Ha sido atacado por el rayo, ¿eh?", le dijo otra vez Fabrizzio dándole una palmada en el hombro, y Calo, amistoso se dirigió a Michael para decirle: "Tómeselo con calma".

Michael estaba anonadado, como si le hubiera atropellado un coche. ¿De qué estaban hablando los dos pastores? "No puede ocultar que el rayo le ha dado de lleno, ¿eh? -comentó Calo-. Pero no se preocupe; eso es algo que nadie puede ocultar. No se sienta avergonzado, pues no hay motivo. De hecho, muchos rezan para que el rayo los ataque. Incluso me atrevería a afirmar que es usted un hombre afortunado".

Efectivamente, Michael había sido atacado por el rayo. Se había quedado prendado de Apollonia, una chica que, sólo con verla, le hizo olvidarse de toda su vida anterior en Nueva York. ¿Quién no ha sido atacado alguna vez por el rayo?

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