Cuenta atrás

La Feria de Málaga se divide en infinitas ramas: Centro, Real, Toros, playa, Malagueta... hasta la casa de cada uno. Cada cual se inventa su propia Feria. Yo, como otros muchos, soy feriante social. Es decir, para no hacer nada, uno se adapta. Ya se sabe, la supervivencia del más fuerte. Hay veces que mimetizarse con el ambiente es suficiente, no hacer ruido y ser uno más entre tanta gente.

No me gusta especialmente el ambiente que se respira en la ciudad durante estos días. La gente no responde a parámetros habituales de conducta. Lo que pasa en la Feria ahí se queda, no puedes juzgar a ningún malagueño por lo que haya hecho durante esos 10 u 11 días. Todos hemos sufrido o hemos hecho avergonzarse a nuestros cercanos en esos días. No pasa nada. Es Feria.

La Feria permite tanto como quieras. El Centro se convierte en un gran bar que nunca cierra, el Real se abre para ser el contenedor de miserias que nadie recordará en la cola del taxi. En las playas mueren las mañanas de resaca, y en la Malagueta, el barrio, también mueren noches de relax que buscan evitar los excesos de una noche en el Real.

Los toros, el ambiente, las tardes en Réding son un punto y aparte. Sí, hay borrachos, hay gente inesperada y malos rollos... pero es distinto. La gente que va a los toros, en su mayoría, está(mos) loca. ¡Va con pantalón largo y camisa en tardes de agosto! Al Real la gente va con pantalón largo por que sino no puede acceder a las casetas, pero... ¿a los toros? La gente se sigue tomando en serio ese acto social que es ir al espectáculo en la plaza. Ahora sólo queda que se tomen en serio también lo que pasa en medio de la plaza. A ver que pasa.

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