La calle Granada

Allí, donde descansa el templo más antiguo de la ciudad, donde se bautizó el infinito Picasso, donde los Gálvez resposan en un palacio vacío de historia pero lleno de futuro. Allí, en ese rincón, Málaga pasa de la historia y se reconvierte en un aparte de la ciudad. El botellón, últimamente prohibido por las autoridades, toma forma de calle añeja, de entrada moruna a la ciudad. Pero ahora no hay moros, sólo cristianos borrachos de Cartojal y tinto de verano.

Quien más y quien menos se convierte en fumador pasivo de porros; quien más y quien menos se come el sudor del de al lado, pero da igual. No hay dolor, no hay más que calor y bebida. De vez en cuando salen showarmas del bareto que hace esquina con Tomás de Cózar, o platos de jamón con litros y litros de Cartojal del Ultramarinos Zoilo.

La plaza de la Merced se queda desierta prácticamente, los bares de Álamos se rodean de colas interminables, la calle Comedias recibe los restos de Mitjana... Poco a poco, antes de las 6, la gente se dispersa camino de los bares para seguir la fiesta. El Centro se queda aparentemente vacío. Las calles empiezan a limpiarse para aguantar otro día, pero en los bares sigue la fiesta.

Pero siempre queda ese olor a cerveza y tinto de verano, ese pegajoso menjunje que riega Málaga durante los días de Feria. Pasear por la calle Granada a las 12 de la noche, cuando la gente ya va camino del Real se convierte en un verdadero escaparate de bestias. Pero el bestiario de la Feria necesita un aparte...

2 Response to "La calle Granada"

  1. Unknown says:

    muy wapo, me gusta, es la pura realidad...

    A mi me mola más y me trae mejores recuerdos el tramo que va desde la plaza del Carbón hasta Constitución, a eso de las 6 de la mañana o en Semana Santa... romántico y cofrade que es uno jajaja

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