Málaga, ciudad genial (pero de verdad)

Aún impresionado por el especial ambiente que viví hace poco, sigo dándole vueltas con el run-run repetitivo del eslogan de Turismo de Málaga. Ese que reza: "Málaga, ciudad genial" y que se centra casi absolutamente en Picasso y el futuro museo Thyssen. Bien. Eso es genial, pero hay mucho más. Siempre me he erigido como máximo crítico de la única utilización de la figura de Picasso como pintor malagueño. Sí, fue pintor nacido en Málaga, bautizado en la Parroquia de Santiago. Pero de ahí a malagueño va un trecho. De todos modos, es indiscutible el bien que le ha hecho Pablo Ruiz Picasso a la ciudad.

Además, mis derroteros van por otros lares. Hace poco tuve la oportunidad de compartir, gracias a mi amigo Eduardo García, de EGM Asesores, una noche mágica, un rato auténticamente bohemio, rodeado de artistas. He de reconocer que temo convertir esto en una de esas columnas en las que sólo se nombra la obra y gracia los amigos de quienes escriben. Nada más lejos. Lo que hoy cuento va mucho más allá.

Quizá sea atrevido etiquetar de bohemios a los artistas actuales. Gente con un estilo definido que trabaja por dinero y por encargo. Algo que es obvio en los tiempos que corren. Sin embargo, yo viví el jueves una noche auténticamente bohemia merced al ambiente, a la gente y a todo lo que rodeaba mágicamente aquel momento.

Ahora, una vez presentado, sólo puedo decir que estuve rodeado de jóvenes artistas y artesanos dedicados a la Semana Santa: Manolo Toledano, Salva Oliver, Adán Jaime, Dani García Romero o José María Ruiz Montes. Todo ello aderezado con el verbo de Eloy Téllez y rematado por un desconocido duo de cuerda que se deja caer por calle Granada para sacar unas perras.

Sí, esa es la bohemia de hoy. Jóvenes, incluso universitarios titulados, que buscan salir adelante gracias al arte. Artistas que comparten inquietudes lejos de pelear por nimiedades. La otra noche se junto el arte por el arte. Mientra Ruiz Montes pegaba gubiazos a la pureza de un Cristo Crucificado, Toledano, Oliver, Dani García, Adán o Eloy charlaban. Sólo estando allí ya era suficiente para sentirse un privilegiado. Eso es Málaga, ese es el arte que nos espera: joyas de Adán, mosaicos y cuadros de Dani, mantos de Salvador, tronos de Toledano e imágenes de José María. Con gente como ellos sí podemos pensar que la Semana Santa tiene futuro. Pero mientras esta ciudad genial no los quiera mirar como lo que son, artistas, no llegaremos a nada. Ni a 2016

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