La generación del botellón

Jesús Nieto es un tipo extraño. Tiene esa pizca de genio, una pizca grande, más bien un puñado de genialidad. Sólo él es capaz de imitar al Rey Juan Carlos en mitad de la presentación de su novela. Sólo él es capaz de construir un discurso creíble soltando toda una ristra de guiños a todos sus amigos.

En una sala, la de actos del MUPAM, llena de gente conocida y un buen número de mujeres guapas y de buen vestir -esas a las que Nieto ha dado en llamar 'duquesas' y 'duquesitas'-, el interfecto presentó hace unos días "El año de la Rubia", la primera novela de eso que él mismo ha bautizado como la generación del botellón. Esta generación que se ha criado entre bolsas de plástico que sangraban hielo derretido, criada también en torno a los vasos de tubo de plástico, vertebradores de una nueva forma de entender la vida tan válida como otra cualquiera, pero que se centra en el fin único de no encontrar la felicidad.

Nieto deja patente la idiosincrasia, la esencia de esa generación en estas líneas que me atrevo a transcribir: "El viernes era la noche de San Juan, y desde el jueves habíamos empezado a preparar los pinchitos, los asados y todo tipo de viandas que fuésemos a consumir esa noche que dicen mágica pero que, enjuiciada al día después, no resulta más que otra jodida madrugada viendo cómo vas hundiéndote en la miseria de tu mundo; luego descubres que vas haciéndote mayor, te vas quedando calvo y la felicidad comienza a desvanecerse mucho antes de que conozcas en qué consiste."

La felicidad existe, pero cada cual la busca en sus detalles. Para algunos catetos, la felicidad está en las pequeñas cosas -un pequeño yate, una pequeña mansión, que diría Groucho-. Para otros, la felicidad está en las auténticas pequeñas cosas: momentos inolvidables que se atesoran con el paso del tiempo, un anecdotario común que dote de sentido una vida de ímprobo trabajo para encontrar un sitio que algunos, a sus casi 45 años, no han conseguido encontrar. Pero siempre existen los que no son capaces de encontrar la felicidad por más que la busques. Eso es, una sociedad de infelices, una generación de desgraciados, en eso les ha convertido el alcohol y las duquesitas.

Desde aquí, después de haber leído El año de la Rubia, apunto a que esta generación llegará lejos, creo que esta novela es sólo el principio de una larga amistad entre las letras y unos jóvenes llenos de vida, pero sin ganas de vivirla sino es desde la literatura. "Como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante". Lo que no sabes es que ella te arrolló.

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