A los toros

Catalunya ha prohibido los toros. Lo ha hecho partiendo desde una iniciativa popular, cumpliendo plazos, leyes y todo lo que hace falta para llegar a prohibir algo. Para el que no lo sepa, o no le interese, soy taurino confeso. No me duelen prendas, entre tanta modernez y contemporaneidad como me rodea, gritar a los cuatro vientos que disfruto viendo una corrida de toros. Disfruto como lo hicieron mis padres, mis abuelos, y tantas generaciones anteriores.

Y seguiré disfrutando.

Seguiré disfrutando porque la tradición no se arranca con una ley, ni en un parlamento. La soberanía popular, desgraciadamente, no se encuentra en unas cortes. Allí lo que está representada es la soberanía política. La soberanía popular es la que ha recogido 180.000 firmas para abolir las corridas en Catalunya, pero también lo son las miles de personas que abarrotan cosos taurinos en Málaga, Madrid, Sevilla, Granada, Bilbao, San Sebastián, Pamplona... Y no sólo plazas de miles de espectadores y en capitales, también pueblos, pedanías, aldeas, que viven los toros como parte identitaria de su comunidad.

El afán cateto y reduccionista que nos venden los políticos y la gente de la más alta alcurnia se basa en comparar la ley del aborto con la abolición de los toros. No seamos demagogos. No caigamos en comparaciones estúpidas e interesadas. Se han prohibido los toros en una región que, a quien le pese, cada vez tenía menos afición. Pero cuando se prohibieron en Tenerife las corridas se hizo porque era una absoluta realidad que las pocas plazas estaban vacías. En Catalunya, por las razones que sean, estaba empezando a pasar lo mismo.

¡Quién me lo iba a decir! Hoy he de reconocer que estoy de acuerdo con Montilla. Ha votado en contra de la abolición porque eso es prohibir la libertad. No han sido esas sus palabras, pero algo así. Prohibir es, en si mismo, una actitud perversa y malvada de los políticos, cualquiera que sea su signo. Porque, una vez más lo repito, los toros no son de derechas. La fiesta es tradición ancestral, el atávico enfrentamiento del hombre y la bestia. Una bestia criada por y para morir en el ruedo. Un animal bravo, que se crece con el dolor, que ataca por instinto.

Pero como siempre, la gilipollez se apodera de unos cuantos. Ya corren ríos de tintassobre batallas ganadas a la España de la pandereta. La pandereta que enarbolaron gañanes y analfabetos de la talla de Goya, Picasso, Hemingway, Ortega y Gasset... Tampoco se trata de intelectualidad, ni siquiera de inteligencia. Es algo tan simple como el instinto primario de los humanos. Somos animales superiores y sometemos a las bestias.

¿Que prohibir los toros es un ejercicio de civismo? Está bien, puedo llegar a entenderlo. Pero más cívica es la libertad de poder actuar según los cánones establecidos, no desde hace siglos, sino milenios. Culturas como la cretense ya luchaban contra el toro. El gran totem sagrado. Pero hay gente que sólo entiende de prohibir. Gente que proclama la libertad para todos, pero un poco más para ellos. Gente que se pasa por el forro una de las máximas de la política moderna: Prohibido prohibir.

Me reafirmo: sí a los toros. Pero no a los espectáculos como los bous al carrer, toros embolaos, encierros y demás prácticas denigrantes para el toro. Nada que vaya más allá de la lucha entre el hombre y la bestia en un ruedo. Y sí, pienso que los toros son arte y cultura. Pero acepto críticas. En eso se basa la libertad.

1 Response to "A los toros"

  1. La KSB says:

    Estoy completamente de acuerdo contigo Fran. El civismo no es la prohibición como parapeto. Es que es hasta ridículo usar la arbitrariedad para "corregir" el supuesto estereoripo político del toro. Me ha gustado mucho, mucho, mucho tu post.

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