Una Victoria afrancesada

Es cierto que podemos decir que la moda y yo estamos peleados. No niego que no salgo de la camisa y los vaqueros o los chinos. Un rancio, que me gusta decir. Sin embargo, este jueves se ha inaugurado en la cafetería del Centro de Arte Contemporáneo una terracita -ahora llamada lounge- que tiene el nombre de la cerveza que algún día fue malagueña y exquisita. Hoy podemos decir que la Cerveza Victoria es... que no es poco, y como malagueño tengo ese hálito romántico que me une con una cerveza fabricada en Murcia por una empresa catalana.

Lo que me ocupa es la escena que viví en la inauguración. Imagínense de un lado a un rudo españolito, regordete, con su camisa, sus vaqueros y sus náuticos, y de otro a una refinada cohorte de afrancesados. Está bien, las historiadas vestimentas se habían tornado en pantalones más cortos que los de Kareem Abdul-Jabar; los peinados no eran pelucas blancas empolvadas, sino trasuntos de las melenas de los superhéroes de Marvel, en algunos casos, o imposibles pelados al cazo siguiendo la fiel prédica del añorado Calimero. Ahí estabamos, los españoles y los afrancesados, como si Goya nos estuviese mirando y se estuviera descojonando de todos nosotros.

Todo eso sazonado con la música de Davidelfin o como demonios quiera que se escriba el nombre de ese gran modisto, carnavalero, diseñador y DJ que cada vez me sorprende más gratamente. No cabe duda es que si los responsables mantienen el estilo de música ese lounge será bastante visitado este verano por este que suscribe, aunque el río no sea el mejor de los paisajes...

Parece que la cerveza Victoria quiere quitarse esa aureola de cerveza de bar de barrio, de lata de aparcacoches, de litrona de moraga. Parece que Victoria quiere afrancesarse, quiere tomar, además, un pretendido -y ya cansino- toque picassiano. Al menos a eso huele la nueva campaña de publicidad con esa inmensa lona en la plaza de la Constitución, y es lo que transmitía la fiesta de inauguración de Victoria Lounge.

En definitiva, que en la inauuración estuve uno 30 minutos, lo que tardé en ver como se bebían un botellín y yo me echaba una caña mientras degustaba la presencia de algunas -pocas- chicas que por allí andaban. No voy a mentir, a la cerveza Victoria le pega ese look moderno como a un santo dos pistolas. No veo a mucha gente dejando de tomarse una Heineken por echarse una Victoria.

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