Tocando las religiones

Si a alguien le molesta que una persona tenga en su despacho un crucifijo, es que tiene serios problemas con la palabra libertad. Esa maldita manía que tienen nuestros políticos de tratar de concedernos más libertad con más normas no deja de ser, sino, una paradoja insultante para nuestra inteligencia. Prohibir jamás nos hará libres. En el derecho a equivocarnos está nuestra conciencia de ser hombres.

Ahora el Ayuntamiento de Coín quiere prohibir el uso del burka en los edificios municipales. Bueno, allá cada cual, y no seré yo el que interfiera con mis palabras en una polémica como esta. De un lado tenemos la percepción occidental de entender la igualdad, y de otro la idea de sometimiento de la mujer al hombre que existe en la religión musulmana.

Hablar de religiones es meterse en el pantanoso terreno de la libertad individual, algo en lo que jamás el estado debería inmiscuirse, o al menos, de hacerlo, tendría que actuar siempre con cautela. Mientras el presidente Zapatero anuncia por un lado la aprobación de la ley de libertad religiosa, por el otro visita al Papa y sale con el rabo entre las piernas.

A mi todo esto de la libertad religiosa propuesta por el estado, o por el Ayuntamiento de Coín, me parece una forma enmascarada del estado de arrogarse el papel que antaño tenía la religión. Es decir, para que se me entienda: por fin, cuando se ha conseguido que el estado esté separado de la iglesia, ahora el estado quiere convertirse en iglesia y adoctrinar.

En definitiva, que si el Ayuntamiento de Coín quiere echar el órdago a la grande prohibiendo el uso del hiyab o del burka, mañana vendrán otros pidiendo que no se permitan demostraciones públicas de otras religiones para no herir sensibilidades. Al final, para no molestar, todos pasaremos a formar parte de esa religión politeísta que lo mueve todo en el mundo: el fútbol.

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