Un domingo cualquiera...

He de reconocer que este año he comenzado la temporada playera con mucha antelación. Con una antelación casi insultante. Era abril y yo ya andaba tirándome por la playa de Huelin algún domingo al mediodía. He de reconocer que hasta antes de irme a Madrid era de los que decían eso de que en Málaga tenemos unas playas tercermundistas. Lo sigo manteniendo, pero ahora soy de los que dice que menos da una piedra... Podrá venir la ministra del Medio Ambiente, el medio rural y el marino o podrá venir la ministra del ambiente entero, que yo seguiré pensando que las playas de Málaga no dan ni para una bandera celeste claro.

Es una lástima, ya ha empezado junio, y las playas se transforman los domingos. Cada uno tiene una manera especial de vivir sus días de playa. Yo me había acostumbrado a las mañanas de los días entre semana en los que la calma apacible sólo se perdía cuando un buen hombre soltaba un alarido ofreciendo refrescos a un euro. Sin embargo, ahora los domingos la playa se convierte en una jungla. El domingo pasado no tuve más que reírme por no llorar de vergüenza ajena. Paso a contarlo:

Era la una de la tarde, un grupo de jóvenes acampaban a dos milímetros de mi toalla con sus sombrillas, neveras, toallas, juegos de cartas, mesas, sillas y radiocassetes 'de a pilas'. Yo, iluso, le di un puntito más de voz a mi reproductor MP3 y sonreí para mi. Pero eso sólo acababa de empezar. Al poco discutían sobre si ir al agua. Una de las muchachas salió corriendo, con la consiguiente propagación de arena sobre mi. Apenas tuve tiempo de levantarme a mirar quién me había bañado en tierra cuando una dulce voz me hizo despertar de mi sueño de tranquilidad: "Shosho esperate o te reviento", acerté a descifrar.

Con eso, comenzó el soniquete del radiocassete con las versiones salchicheras de 'Bulería', de Bisbal y 'Obsesión, de Aventura que hicieron en su día Los Morancos. Un dechado de buen gusto y calidad musical que acabaron por hacerme levantar, ponerme mi camiseta y tomar rumbo a mi casa con el rabo entre las piernas. Me habían vencido. Sí, porque para algunos ir a la playa es casi una actividad política y tratan de colonizar el máximo espacio posible.

Es verdad que puede resultar especialmente quisquillosa y cascarrabias mi actitud ante la interacción social con ciertas personas que abundan en la playa los domingos, pero uno es de los que van a la playa a descansar, a escuchar un poco de música e incluso, si la situación lo permite, a leer algo. Por eso me he prometido que trataré de no volver a la playa un domingo, no al menos a La Malagueta...

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