Libérrimo

No sé si lo publiqué entonces, pero hoy, hablando con Pepelu, un amigo, vía messenger he recordado este 'ensayo' que nos encargó el profesor Rodríguez Braun el curso pasado.

La democracia o el menos malo de los sistemas

La democracia recibió una de las más acertadas definiciones de mano del que fuera Primer Ministro inglés, entre 1940 y 1945, Winston Churchill: "la democracia es el menos malo de los sistemas". Tortella habla de la democracia como algo "revolucionario, porque trae consigo el Estado del Bienestar". Lógicamente, con ese nombre no puede ser nada malo…

La afirmación de que "la democracia lleva aparejados de manera virtualmente forzosa la instauración del Estado del Bienestar y el abandono del patrón monetario metálico, ya que son incompatibles" puede parecer, en primer término un tanto demagoga. Unir democracia y Estado del Bienestar es algo poco sutil, incluso atrevido. De hecho, no existe ninguna relación entre la libertad del ciudadano a elegir a sus gobernantes y que los individuos deban recibir del Estado una serie de beneficios. Efectivamente, se trata, incluso, de factores opuestos.

Es muy ventajista utilizar, como argumentos para defender el Estado del Bienestar, que es necesario minimizar los defectos de la democracia. No es lícito afirmar que por el mero hecho de que el ciudadano vote una vez cada cuatro años a sus gobernantes, éstos deban disponer libremente de los ingresos del individuo para repartir la riqueza entre todos, sobre todo porque no se hace igualitariamente.

Si difícil es criticar a la democracia, casi imposible es manifestarse en contra del Estado del Bienestar sin ser tachado de egoísta. Sin embargo, se incurre fácilmente en la tergiversación de términos entre el egoísmo y la libertad. El individuo, en tanto que lo es, es libre de disponer de sus riquezas como crea conveniente, no debe el Estado, ni ningún otro ente subyugador, decidir por él en ningún momento. La simple exigencia de pagar un impuesto es per se un acto de coacción a la libertad.

Hablar de sanidad, seguridad u otros servicios como 'gratuitos' porque sean públicos es, igualmente, una falacia, ya que es el ciudadano, a través de sus impuestos, el que sufraga todo el aparato formado en torno al Estado. El circo burocrático que es el propio Estado hace que la capacidad de reacción del mismo sea muy limitada y, por cierto, no tenga la misma habilidad para solucionar ciertos aspectos coyunturales que, separadamente, los individuos si podrían, como, por ejemplo, cuando existe una catástrofe extraordinaria y se demuestra la solidaridad de los individuos.

Desgraciadamente, cualquier crítica al Estado del Bienestar se encuentra con la respuesta simple de que éste ayuda a los pobres. Sin embargo, nada más lejos de la realidad si se analiza más fríamente. El pobre no tiene porque recibir la ayuda del Estado para salir de la pobreza, de hecho esto es contraproducente. El Estado actúa como 'minimizador de la desgracia' y consigue que el beneficiario de su ayuda se relaje y vea ciertas necesidades básicas cubiertas, por lo que no tiene como prioridad tener un nivel económico mínimo.

En ese mismo sentido se puede hallar un planteamiento social, y es que el individuo puede desvincular las consecuencias económicas de sus actos. Por ejemplo, si el ciudadano sabe que si se arruina conseguirá ayudas del Gobierno, tendrá menos reparos en realizar acciones de riesgo económico y tratará de refugiarse en las ayudas.

También es ilógico pensar que el individuo, por si solo, no es capaz de dotarse de un nivel de bienestar suficiente, y por eso, el Estado debe intervenir. Esta afirmación se ve desacreditada con un argumento simple; si entre todos los individuos consiguen un nivel adecuado de bienestar a través de sus impuestos, ¿por qué no se puede conseguir individualmente sin la presión del Estado?

Existe un planteamiento que señala que el propio Estado del Bienestar regula el mercado. Es decir, que los programas sociales regulan la demanda y el mercado de trabajo. Claro, se regula el mercado de trabajo a través del empleo público. El empleo público es una manera de asegurar el trabajo a una persona hasta su jubilación. La seguridad implica, casi siempre, relajación en la actividad y, por tanto, descenso en la productividad.

Como conclusión, cabe destacar que, pese a la convención más extendida, ni la derecha ni la izquierda son enemigas del Estado del Bienestar. Por supuesto, como su nombre indica -bienestar-, es un punto muy goloso para presentar a los votantes en cualquier campaña y tan solo hablar de una regresión sería contraproducente. Es por eso que plantear un debate contrario a ésto se encuentra rápidamente con la oposición de casi la totalidad de los políticos.

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