De Chupitira

Me ha comentado mi amigo Antonio Muñoz que ha tenido a bien colgar mi reportaje del pasado 24 de septiembre en la web del calvario que tan bonita ha quedado después de su rediseño. Evidentemente, cuando titulé dicho reportaje como "La pequeña joya del Chupitira" conocía el significado del apodo que recibe el barrio de la Victoria. Lo sabía, pero, como dice Antonio en la breve introducción, "Nota: para el que no conozca el significado de la palabra ‘Chupitira’, algo desconocida por las nuevas generaciones de malagueños, recomendamos la lectura del artículo “¿Por qué al barrio de la Victoria se le conoce también como barrio de ‘Chupa y Tira’?”, del escritor Juan José Palop y publicado en el número 21 de la revista cultural ‘El Avisador Malagueño’ (pág. 22)"
Por eso, ahí va. Ni que decir tiene que recomiendo fervientemente la lectura de "El Avisador Malagueño" y cualquier cosa que lleve aparejado el nombre de Diego Ceano.

DE CHUPITIRA

De Juan José Palop

¿POR QUÉ AL BARRIO DE LA VICTORIA SE LE CONOCE TAMBIÉN COMO BARRIO DE CHUPA Y TIRA?

Hasta hace unos veinte o treinta años, todo el mundo en Málaga sabía que al Barrio de la Victoria se le conocía también como “Barrio de Chupa y Tira”. Pero a medida que han ido llegando las últimas generaciones de malagueños, ese apodo, referido a uno de los barrios con más solera y mejor definición en Málaga, ha ido quedando un poco en el olvido. Aquí están, por eso, estas líneas para recomponer esa costumbrista memoria histórica malagueña, que arranca de cuando el Barrio de la Victoria comenzó a existir como tal; es decir, cuando los malagueños empezaron a salir de las viejas murallas musulmanas de la ciudad y extenderse por el campo hacia el Santuario de la Patrona de Málaga, la Virgen de la Victoria, Santuario ubicado por cierto en el mismo lugar donde los Reyes Católicos establecieron su campamento, a los pies del, a la sazón, monte San Cristóbal, hoy monte de las Tres Letras, para la toma de Málaga, ocurrida en el año 1487.

En busca de nuevos aires, más sanos que los que se respiraban en una ciudad de la Edad Media amurallada y sin saneamiento, los malagueños fueron aposentándose en calles nuevas y de cotas más altas, con nombres como Plaza de la Merced, calles Victoria, Agua, Lagunillas, Huerto del Conde, Compás de la Victoria, Cruz Verde o Altozano; precisamente esta última registraba su nombre primitivo como “altosano”, con “ese” en referencia a esos aires sanos fuera de las murallas.

Así las cosas, en estos parajes nuevos se fueron aposentando gran número de malagueños que integraban la clase administrativa de Málaga. Una clase que tenía que aparentar antes que otra cosa, usando vestimenta “administrativa” (cuellos, pecherines y puñetas almidonados y trajes apropiados) y casas adecuadas a su rango social. Lo que se suele decir “quiero y no puedo”. Pero había que poder. Y esa clase administrativa de algún sitio tenía que sacar el dinero para “poder”. Lo sustraía de la alimentación, haciendo las económicas comidas de las que entonces se llamaban “de pobres”, fundamentalmente sopas de almejas, cuyos ingredientes eran agua, almejas, perejil y rodajas de pan. En esta tesitura, el comensal cogía la almeja, chupaba el molusco y el caldo y tiraba la cáscara; así una y otra vez, hasta que se acababan las almejas en el plato.

De ahí el nombre de “Chupa y Tira” para el Barrio de la Victoria, aunque muchos simplifican el apodo y lo convierten en el andaluz “Chupitira”. Pero ese calificativo no era ni es peyorativo, en absoluto, sino que responde con toda naturalidad a cuando en el barrio se fue estableciendo, fundamentalmente desde 1869, la pequeña burguesía de Málaga, en la que figuraban, por ejemplo, modistas, floristas y propietarios de talleres de lavado, planchado y almidonado de ropa y pequeños comerciantes. Nada de navajeros. Precisamente Arturo Reyes ambientó en el barrio de la Victoria su novela “Las de Pinto”, con un grupo de pequeños comerciantes victorianos como protagonistas.

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