De Chupitira
Por eso, ahí va. Ni que decir tiene que recomiendo fervientemente la lectura de "El Avisador Malagueño" y cualquier cosa que lleve aparejado el nombre de Diego Ceano.
DE CHUPITIRA
De Juan José Palop
En busca de nuevos aires, más sanos que los que se respiraban en una ciudad de la Edad Media amurallada y sin saneamiento, los malagueños fueron aposentándose en calles nuevas y de cotas más altas, con nombres como Plaza de la Merced, calles Victoria, Agua, Lagunillas, Huerto del Conde, Compás de la Victoria, Cruz Verde o Altozano; precisamente esta última registraba su nombre primitivo como “altosano”, con “ese” en referencia a esos aires sanos fuera de las murallas.
Así las cosas, en estos parajes nuevos se fueron aposentando gran número de malagueños que integraban la clase administrativa de Málaga. Una clase que tenía que aparentar antes que otra cosa, usando vestimenta “administrativa” (cuellos, pecherines y puñetas almidonados y trajes apropiados) y casas adecuadas a su rango social. Lo que se suele decir “quiero y no puedo”. Pero había que poder. Y esa clase administrativa de algún sitio tenía que sacar el dinero para “poder”. Lo sustraía de la alimentación, haciendo las económicas comidas de las que entonces se llamaban “de pobres”, fundamentalmente sopas de almejas, cuyos ingredientes eran agua, almejas, perejil y rodajas de pan. En esta tesitura, el comensal cogía la almeja, chupaba el molusco y el caldo y tiraba la cáscara; así una y otra vez, hasta que se acababan las almejas en el plato.
De ahí el nombre de “Chupa y Tira” para el Barrio de la Victoria, aunque muchos simplifican el apodo y lo convierten en el andaluz “Chupitira”. Pero ese calificativo no era ni es peyorativo, en absoluto, sino que responde con toda naturalidad a cuando en el barrio se fue estableciendo, fundamentalmente desde 1869, la pequeña burguesía de Málaga, en la que figuraban, por ejemplo, modistas, floristas y propietarios de talleres de lavado, planchado y almidonado de ropa y pequeños comerciantes. Nada de navajeros. Precisamente Arturo Reyes ambientó en el barrio de la Victoria su novela “Las de Pinto”, con un grupo de pequeños comerciantes victorianos como protagonistas.