Golpes y más golpes le dieron

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Publicado en La Opinión de Málaga, en la página 6 del suplemento de Semana Santa del 2 de abril, Viernes Santo.

Hay misterios que nunca tendrán solución. Que Jesús fue crucificado, muerto y sepultado es algo que rezamos cuando vamos a misa. Es parte del credo de la Iglesia Católica. Hasta aquí, todos de acuerdo: Jesús fue crucificado, podemos añadir, incluso, que fue clavado al madero por las manos y los pies. Pero de ahí en adelante nos encontramos con enigmas y misterios difícilmente resolubles.

En ninguno de los cuatro Evangelios canónicos encontramos la descripción de la crucifixión del Señor, simplemente se limitan a decir que estaba clavado en la cruz, acompañado por San Dimas y Gestas, los ladrones. Conocemos detalles de la Pasión gracias a investigaciones, como por ejemplo el tipo de látigo con el que pudo ser azotado un condenado a crucifixión en la época de Cristo, o los posibles materiales con los que fue coronado de espinas. Sin embargo, seguimos enfrentándonos a una gran duda: ¿Cómo clavaron a Cristo?

En el sexto número de La Doble Curva encontramos una interesante contraposición de dos ideas sobre la crucifixión. De un lado contamos con las investigaciones acerca de la Sábana Santa de Turín y el Santo Sudario de Oviedo que los cofrades conocemos gracias a Juan Manuel Miñarro, que es sólo la punta de lanza de un amplio número de investigadores y que afirman que el hombre de la Síndone fue crucificado por la muñeca. De otro tenemos el estudio realizado por el doctor Aurelio Díaz y que aclara que el Señor sí pudo aguantar crucificado por las palmas de las manos, en el espacio entre el segundo y el tercer metacarpiano.

Un enigma para siempre

Debemos partir de la base de que, como en otros temas religiosos, tenemos que dejarnos llevar por la fe para creer que el hombre de la Síndone es Jesús. Sin embargo, la ciencia nunca podrá dirimir el enigma de si es Cristo el hombre que está en la imagen de Turín ya que no existen posibles contrastes de ADN con ningún familiar directo.

Comenzando con los estudios de Miñarro, éstos indican que el hombre de la Sábana Santa fue clavado en las muñecas. El profesor de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla afirma que "en la Sábana Santa se aprecia muy claramente la situación de la herida en el único dorso visible de una de las manos que es completamente visible. No se puede definir absolutamente cuál fue el lugar exacto, pero sí sería posible un suspensión de un hombre de unos 80 kilos sólo agarrado al madero por clavos".

Además, Miñarro arguye que a situación de la herida no admite discusión y que "no pudo ser crucificado por las palmas, ya que cada brazo debería haber soportado una tracción de 90 kilos, según el estudio anatómico que indica que los brazos formaron un ángulo de 65 grados respecto al madero".

Clavar a un hombre por la muñeca le provocaría fuertes dolores, como estímulos de paroxismo –que harían perder el sentido– o calambres. Sin embargo, pese a esto, el profesor Miñarro asiente que "es el único lugar anatómico de la mano que permite una fijación lo suficientemente fuerte para aguantar este peso".

Por otro lado, el doctor Díaz nos indica, al igual que Miñarro, que clásicamente se han barajado tres regiones anatómicas donde pudo ser clavado Cristo o el hombre de la Síndone: a nivel de la articulación radiocubital distal –región del brazo próxima a la muñeca–; otra segunda entre los huesos del carpo –también en la muñeca–, o bien en la palma de la mano. Esta última es sobre la que ha estudiado Díaz y la defiende con su artículo en La Doble Curva.

Criopreservados

El médico malagueño realizó la prueba con cadáveres criopreservados. Mantuvo durante tres horas con peso las extremidades clavadas en la articulación radiocubital distal y en la muñeca, y durante tres días las clavadas por la palma de la mano.

Del artículo de Aurelio Díaz se desprende que al ser clavado por la palma de la mano no se produce desgarro de ésta, aún estando sometida a una tracción de 44 kilos durante tres días. Además, al introducir el clavo por esta región, no se lesiona ningún hueso, como se muestra en los Evangelios y, por último, el orificio de salida está en relación a los huesos del carpo.

Gracias a las investigaciones de Díaz, el escultor malagueño, José María Ruiz Montes rectificó las llagas de una de sus imágenes. Un Cristo crucificado que aparecía con las heridas en las muñecas y que ahora las tendrá en la palma de las manos.

Con estos argumentos, es complicado sacar conclusiones a favor de uno u otro, ya que ambos sostienen una base científica sobre la que pocos podemos discutir. De lo que no cabe ninguna duda es que el hombre de la Síndone es uno de los grandes misterios de la Iglesia, incluso, más allá, de la Humanidad.

Saber cómo fue clavado un hombre hace casi 2.000 años sigue manteniendo a la comunidad científica en vilo. Sea o no Jesucristo, la Sábana Santa muestra a un hombre que sufrió una vil tortura y, según muestran la Síndone de Turín y el Santo Sudario de Oviedo, se trata de un hombre con un tipo de sangre –AB– habitual entre los palestinos de la época de Jesús, que fue azotado, coronado de espinas, fue crucificado y sufrió una lanzada en su costado derecho.

¿Es Jesús?

Como apunta Miñarro, en este sentido "nunca podremos saber si es Jesús, la ciencia nunca lo podrá comprobar, pero son muchas casualidades". Estas casualidades son, por ejemplo, que cuando se realizaron los análisis del Sudario había una entre mil probabilidades de que la investigación determinara que el tipo de sangre de esta reliquia y la Sábana de Turín eran el mismo. Efectivamente, era el mismo, AB.

Sea quien fuere el hombre que aparece en la Sábana Santa, estamos ante una reliquia única, ya que no existe ningún otro caso en el que una tela contenga la imagen en negativo de un hombre que sufriera una tortura como la que aparece en ella.

Y, aunque la ciencia no pueda probar que se trate de la auténtica mortaja del Señor, tampoco puede probar lo contrario. Pese a que las pruebas del Carbono 14 dataran la Síndone en el siglo XIV, son numerosas las voces de científicos que no dan credibilidad a ese estudio.

Para los cofrades, sea o no Jesús el que esté en la Sábana Santa es un dato que gustaría conocer, además, como estamos comprobando, y así lo han demostrado imagineros como Miñarro, Carmona o José María Ruiz Montes, los estudios sobre la Síndone pueden suponer cambios en la concepción del arte y la imaginería de nuestra Semana Mayor.

Al fin y al cabo, clavado por la muñeca o por la palma de la mano, la devoción no se mide por la perfección anatómica de una imagen. Pero para eso están los artistas cofrades, para mantener vivo el espíritu barroco que marca nuestra estética cofrade, un espíritu con siglos de historia, pero que sabe aprovecharse de los adelantos técnicos.

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