El pregón, de lejos.

Hace más de un año dije aquello de que me calaba la montera y entraba en esta plaza. Desde entonces ha llovido muchísimo -nunca mejor dicho-. Treinta y ocho artículos desde aquel 25 de marzo, en el que debuté. Más habrían sido si no hubiera estado tres meses en la redacción local de El Mundo en Málaga. Málaga... el centro del universo: su Feria, su Carnaval, su Semana Santa, su cerveza Victoria o sus espetos. Casi ná.

Ha pasado la Semana Santa y sólo he comentado, en vísperas, el coñazo de los teléfonos móviles y algunos impertinentes usuarios de los mismos. Pero han pasado tantas cosas en Semana Santa que lo mejor es contar algo del pregón. Ese denostado pregón de Agustín del Castillo. Ese pregón que la crítica se centró en minimizar en lo siguiente: ha hablado de militares y de los años 80, eso es 'caca'.

Caer en el grave perjuicio de la generalización queda feo. En la opinión de este plumilla, lo que hizo Agustín del Castillo fue contar y pregonar su Semana Santa. No es que sea algo válido, al contrario, es lo más honesto, lo mejor que pudo hacer, lo más sensato y, por supuesto, lo más verdadero. Entrar en florituras poéticas, en glosar a cada una de las hermandades o lo bonito que es el ojal de la chaqueta del hermano mayor de la Cena -por poner-, habría sido una gran mentira. Agustín, por lo poco que lo conozco, no parece una persona que se deje llevar por el aplauso fácil.

Más vale tarde que nunca, pero mi apreciación sobre el pregón ya se pudo escuchar en la radio tras el mismo, me pareció un pregón valiente, lleno de contenido cristiano y pleno de vivencias de un cofrade. Dicen que el problema este año no ha sido del pregonero, sino del que lo ha elegido. Yo creo que el problema está en muchos de los cofrades, que -como ya dije una vez- nos la cogemos con papel de fumar. Yo el primero, y sino miren el artículo de los camarógrafos impertinentes. Quisquilloso me llaman. Sí, como buen cofrade soy quisquilloso, busco el detalle más nimio, como que Las Penas, por seguridad tuvo que quitar una de las velas de su candelería, o que el Señor de la Agonía llevaba unas estacas, unos dados, una calavera y un martillo en el monte de corcho... Detalles pequeños.

En definitiva, cada cofrade es un pregón, y el de Agustín del Castillo fue el pregón de Agustín del Castillo, pero guste más o menos al lobby cofrade es el pregón de la Semana Santa de 2010 de Málaga. Incluso a un conocido periodista malacitano le pareció mal que Agustín levantase al público a rezar al final del pregón. 'Mireusté', a mi nadie me puso una pistola en la cabeza para levantarme, igual que nadie lo hizo en el himno nacional de España o en el himno andaluz. ¿No se supone que los cofrades debemos ser católicos?... ¡Ay!, para cuánto daría ese debate.

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