Y ahí estaba

Era todo tan fácil como madrugar. Horas después de poner un pie en María Zambrano, la sonrisa volvió. Era todo tan fácil como madrugar, echar un ojo a la ciudad que se desperezaba, y volver a saber que todo está bajo control. La ciudad, muy acostumbrada a la fiesta, se despertaba un viernes más entre rumores de resaca.

Sólo cuatro horas de sueño fueron suficientes para levantarme como un resorte y comenzar con esa disciplina espartana que, como habitualmente, no durará más de unos pocos días. Eran las 8 y 20 y la Alcazaba refulgía con un bermellón casi inquietante. Por fin, la sonrisa tenía forma, estaba allí, en lo alto de Gibralfaro.

Málaga volvía a henchir de orgullo. Estaba aquí, todo está bajo control, como no podía ser de otra forma. Antes era yo quien bailaba a tu son. Ahora, querida, deberás acomodarte a mi ritmo. Yo soy el que tiene la sartén por el mango y no hay excusa.

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