Escucho gritos de dolor

Despertar un domingo a deshora supone una experiencia innegable. Claro, ¿qué es a deshora un domingo?, quizá madrugar, despertarse a las 7 de la mañana; o a lo mejor abrir los ojos cuando ha pasado el mediodía... Da igual, despertar un domingo es hacerlo a deshora. Desperezarse entre gritos de dolor ajeno es, siendo absolutamente egoísta, algo gratificante.

Ególatra, egoísta, egocéntrico... nunca tantas palabras tuvieron mejor destinatario. Hoy, al abrir los ojos escuché los gritos de dolor de un vecino imaginario. Alguien que se había ido hacía unos días. La imaginación, en momentos de locura, vuela como el pájaro blanco que echa a volar en nuestros corazones.

Una pena escuchar el gimoteo infantil provocado por la desesperación. Errores cometemos todos, problemas tenemos todos. Achacar al pasado la ingratitud del presente es humano e inevitable. Pero no es el pasado el culpable, sino el presente. Una queja que se pierde en el desierto. Vocear en el desierto que uno mismo ha creado. Me apena verte así, y despertar y escuchar tus gritos y gemidos. Ahora toca lamentarse.

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