Boabdil y el olivo moribundo

Cualquier asociación defensora de la dignidad de la mujer debería centrar ahora sus esfuerzos en borrar de todos los libros de historia, de todas las leyendas y, en general del imaginario colectivo, la frase que Aixa, la madre de Boabdil le dijo a su vástago tras ser expulsado de Granada por los Reyes Católicos. ¿Por qué? Porque ya puestos, repongamos el honor del rey moro en todo su esplendor. La Ley de Memoria Histórica debería, incluso, quitar la estatua de Isabel la Católica del centro de Granada. Ya en serio, las instituciones no deben permitir según que atrocidades históricas.

Todo esto viene a colación de la decisión, aceptada por la Junta de Andalucía, de despojar de sus cadenas al rey preso en el escudo de Canillas del Aceituno. Eso tan cacareado de “el pueblo que olvida su historia está condenado a repetirlo” se hace patente. No se trata de temer que vuelva Tarik por el Estrecho, y si vuelve, vivediós, ahí está el avance cultural y patrimonial que nos trajeron a partir del 711. La guasa del asunto estriba en que tenemos unos representantes que con tal de ser los menos xenófobos, los más plurales y los más guays son capaces de hacer el ridículo hasta límites insospechados. Además, se junta con que yo no soy amigo íntimo de lo políticamente correcto, al menos cuando eso te hace convertirte en un inculto.

Si el pobre de Boabdil fue apresado… pues mireusté, es la historia, y si su pueblo hace 500 años vio conveniente reflejarlo en su escudo, es lo que hay. Alguna hipotética asociación de amigos del aceituno y el olivo debería levantarse en armas ahora. El mismo escudo de Canillas representa una sangrante falta de ética y amor hacia esta bella especie autóctona andaluza. ¡El olivo tiene las raíces al aire! ¡Se van a secar! Ignacio Narváez, buen amigo e historiador en ciernes, cae en la cuenta de semejante desfachatez. ¿Cómo es posible que Boabdil sea desencadenado y nadie eche una bolsita de compost? Un poquito de piedad con el arbolito.

Sí, definitivamente tengo que caer en otro de esos lugares comunes en los que acabamos los escritores mediocres: el sentido común es el menos común de los sentidos. Ahora retomo con el principio. Aixa, la madre de Boabdil sería hoy blanco de las iras de todas las comunidades feministas, y reprobada por toda la progresía tras profesar a su hijo eso de: “Llora como mujer lo que no supiste defender como un hombre”. Qué locura, que alguien esconda eso, por Dios. ¿Cómo puede pervivir un ejemplo de machismo tan determinante como ese? Debe ser exterminado del imaginario colectivo de inmediato… Y claro, así nos luce el pelo. Cada día estoy más por convocar un concurso de chorradas, lo difícil sería escoger la más grande.

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